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El origen de los conservatorios

El origen de los conservatorios

El origen de los conservatorios se remonta a seis siglos antes de nuestro tiempo: nacen en la Italia del Renacimiento entre los siglos XV y XVI, estrechamente vinculados con la vida de los conventos y los monasterios.

«Conservatorio» versus «escuela de música»

Después de años y años encerrados entre las paredes de estas instituciones, de estos edificios repletos de instrumentos y sonidos, ¿cuántos de nosotros nos hemos preguntado por qué estudiamos en un “conservatorio” y no en una “escuela superior de música” o “universidad”, como sucede en otros países? ¿Por qué se llaman así estos centros de enseñanza? Es tan habitual, comenzamos tan pronto en el «conservatorio», que ni nos lo planteamos.

Es cierto que no ocurre así en todos los países. En algunos hay escuelas de música, y sólo cuando un estudiante decide profesionalizar su vocación ingresa en un conservatorio. En otros, directamente, no existe tal terminología, sino que los estudios superiores se cursan en la Universidad o en una Escuela Superior de Música con titulación equivalente.

Por citar sólo dos importantes ciudades europeas: ¿qué pasa en París? También tiene su Conservatoire National Supérieur de Musique et Danse. ¿Londres? Royal College of Music.

Quizás es cierto que parecen ser los países o regiones con lenguas más cercanas a las raíces latinas los que utilizan el término «conservatorio». Conforme nos alejamos geográficamente se emplean otros términos: MusikschuleMusikakademieSchool of Music, etc.

Aunque en las zonas germánicas existe la palabra Konservatorium, al buscar “conservatorio” en alemán, el traductor de Google arroja un gracioso resultado: «wintergarten» (“invernadero”). Fríamente –y nunca mejor dicho– hemos de reconocer que se ajusta mejor al significado del verbo «conservar» que el nombre de los lugares donde hemos estudiado…

Pero… ¿qué se conserva en los conservatorios?

Resulta cuando menos paradójico que una institución dedicada a la enseñanza de la música tenga un nombre basado en un verbo cuyo significado es «conservar», cuando la materia prima con la que trabajamos es etérea, intangible: nada menos que el sonido.

Bien, asumimos la condición etérea del sonido. ¿Y entonces?

Nosotros, precisamente nosotros que nos dedicamos a la música antigua,  podemos decir que conservamos músicas de otros tiempos. Bueno, en realidad aprendemos a dominar nuestros instrumentos para poder dar vida a estas músicas. Músicas que el hombre trató de transmitir por medio de notas en una partitura. Bien, sí, conservamos partituras de música antigua y libros que nos ayudan a encontrar la manera de interpretarla más cercana a su momento de creación.

Pero resulta que los conservatorios con especialidades de música antigua son muy pocos en proporción a todos los que llevan ese nombre de modo general. Además, podríamos argumentar que no sólo lo que se conoce como “música antigua” sino cualquier otra música de los siglos XIX, XX o XXI se conserva en los conservatorios. La pega es que también existe la especialidad de Composición y asignaturas de Improvisación. Es decir: se crea nueva música y, en mayor o menor medida, se aprende a improvisar.

Seamos realistas: cuando un joven decide matricularse en un conservatorio lo hace porque quiere aprender a hacer música y a tocar un instrumento, no para conservar no sé sabe bien qué.

Algunos de estos centros, ya históricos, ciertamente hacen acopio de  valiosas colecciones de partituras, libros, archivos documentales y grabaciones (¡la única forma de envasar el sonido!), como es el caso de la Biblioteca del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, que atesora importante documentación histórico-administrativa, fondos manuscritos, música impresa y registros sonoros.

Seamos, de nuevo, realistas: no es lo habitual; y en cualquier caso todo ello responde a las funciones de una institución, la biblioteca, dentro de otra que es el Conservatorio.

Un repaso a los diccionarios

El Diccionario de la Real Academia Española no nos saca de dudas: sus definiciones siguen sin explicarnos el porqué del término «conservatorio», y el «vivero de peces» al que refiere en la etimología nos produce un extraña sensación…

Diccionario de la Real Academia Española ©

conservatorio, ria

De conservarcf. lat. mediev. conservatorium ‘vivero de peces’.

1. m. Establecimiento, por lo general público, donde se enseña música y danza.

2. adj. desus. Que contiene y preserva alguna o algunas cosas.

Conventos, hospicios, orfanatos… y música

Ajá, lo tenemos: más allá de invernaderos (al parecer, la más importante acepción inglesa), organizaciones administrativas y colegios femeninos, la etimología del término en los diccionarios italiano, alemán y americano nos sitúa sobre la pista del origen:  antiguas instituciones italianas que recogían a los niños desamparados y les ofrecían enseñanza musical.

El musicólogo Adelmo Damerini nos ofrece la explicación en su entrada «Conservatorio» de la Enciclopedia Italiana (1931):

La palabra «conservatorio» tiene originariamente el significado de «asilo», «hospicio», «orfanato». Eso, en realidad, es lo que fueron los primeros conservatorios en Italia: lugares donde se «conservaba» a los jóvenes sin padres. Allí se les enseñaba a leer y a escribir y se buscaba el modo de proporcionarles algún oficio. A aquellos que mostraban especial disposición se les ofrecía también una educación musical.

Entre los napolitanos, numerosos, se pueden citar el Conservatorio dei Poveri di Gesù Cristo, el Conservatorio di Santa Maria di Loreto, el de San Onofrio, el Conservatorio della Pietà dei Turchini

Con el mismo fin surgieron en Venecia instituciones musicales denominadas «ospedali»della Pietàdei Mendicantidegli Incurabilidei Ss. Giovanni e Paolo.

En estas instituciones trabajaban los más famosos compositores del momento, como Francesco Gasparini, Johann Rosenmüller o Antonio Vivaldi, cuyos nombres están absolutamente ligados al Ospedale della Pietá de Venecia.

Apropiación del término y expansión a partir del s. XVIII

Es a partir del siglo XVIII cuando estos hospicios comienzan a convertirse en instituciones dedicadas a la enseñanza de la música. Instituciones y nombre fueron adoptados fuera de Italia allá donde surgiera una importante escuela de música o arte dramático, perdiendo con el paso del tiempo el carácter asistencial de los primeros conservatorios.

El primer ejemplo de conservatorio estatal de tipo moderno es el Conservatoire National de Musique et de Déclamation, fundado (con algunas escuelas de música como antecedente) en 1795 con la misión de diseñar un método para cada una de las disciplinas artísticas y de salvaguardar las tradiciones del arte dramático y musical.

Siguiendo este modelo se crea en 1808 el Conservatorio de Milán, y en los años sucesivos el de Praga (1811), la Hochschule för Musik und darstellende Kunst de Viena (1817), la Royal Academy of Music de Londres (1822), el Real Conservatorio de Música de Madrid (1830), el Conservatoire Royal de Bruselas (1832) y la Hochschule för Musik de Leipzig, fundada por Mendelssohn en 1843 y que atrajo a estudiantes de toda Europa.

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