Recientemente, cuando preparaba una entrevista con el compositor Philip Glass, me impactó que muchos críticos lo describieran como uno de los más influyentes del siglo pasado.
Eso me hizo pensar en mis compositores preferidos. Del modernismo al minimalismo, fueron 100 años que generaron una fantástica riqueza musical.
La guerra, la raza, el sexo y la política moldearon esa banda sonora y la mayor parte de la música es tan fascinante como su contexto histórico y cultural.
Toda lista es, por supuesto, un ejercicio subjetivo. Indudablemente, mis omisiones enfurecerán a algunos. Sin embargo, tras meditarlo mucho estos son, para mí, los 10 principales genios de esa época.
Arnold Schoenberg
«Sería inconcebible -dijo una vez Schoenberg- atacar a los héroes que se atrevieron a volar sobre el océano o hacia el Polo Norte, porque sus logros son obvios para todo el mundo…pero siempre la mayoría se pone en contra de aquellos que exploran regiones desconocidas del espíritu…La música nueva nunca es bella en primer contacto».
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Muchas veces forzado a ponerse a la defensiva, Schoenberg se lanzó sin miedo – y muchas veces hermosamente – a lo desconocido, rompiendo las aparentemente inquebrantables reglas de la tonalidad de Occidente que prevalecieron durante siglos.
Al reinventar la armonía con la llamada «música dodecafónica» (o música de doce sonidos) alteró el curso de la música clásica para siempre.
Igor Stravinsky
Stravinsky se dio a conocer con «El Pájaro de Fuego», obra producida en 1900 por «Los Ballets Rusos» de Diaghilev.
Trece años más tarde «La Consagración de la Primavera», su ballet sobre un sacrificio pagano, ocasionó un legendario disturbio en su estreno.
La historiadora Barbara Tuchman acertadamente describió la obra como la «encarnación del siglo XX».
El crítico musical del New Yorker, Alex Ross, la resumió: «Armónicamente, coloca a la vez dos acordes completamente disonantes y los repite una y otra vez; rítmicamente, comienza con un ritmo regular y, de repente, aparecen acentos inesperados que te hacen sentir como en un cuadrilátero ante un boxeador que golpea desde todos lados».
El genio de Stravinsky tuvo un impacto trascendental sobre el resto del siglo, no solo sobre la música clásica, sino en el jazz, el rock, la literatura modernista, la pintura e incluso en el cine.
George Gershwin
Gershwin fue un profeta de la era del jazz. Su obra «Rapsodia en Blue» (1924) desestabilizó las categorías estéticas y su polémica ópera de 1935 Porgy & Bess llegó a definir una época.
Sin embargo, como señaló David Schiff, experto en su obra, quedó atrapado en el fuego cruzado entre «quienes ven a la cultura de masas como la expresión más válida de nuestro tiempo y quienes la ven como el final de la civilización Occidental».
Muchos compositores contemporáneos de Gershwin, incluyendo a Aaron Copland, criticaron duramente su populismo.
Pero un entusiasta público, sordo a un debate tan quisquilloso, lo ha seguido escuchando con cariño, a través de altibajos, épocas de guerra y de paz, e incontables cambios en el gusto y la moda.
Duke Ellington
Duke Ellington fue el compositor más prolífico del siglo. Un innovador espectacular, escribió música para toda clase de escenarios.
La esencia de su genialidad radica en su asombrosa habilidad para sintetizar elementos dispares de música, incluyendo el ragtime, canciones de trovadores, el blues y todos los sonidos desde Tin Pan Alley, como se conoce a los sellos y los artistas de la famosa cuadra de editores musicales de Manhattan que dominaron la industria entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, hasta la tradición musical europea.
Siempre directamente expresivo y engañosamente simple, sus composiciones de blues explotaron nociones comunes de forma, armonía y melodía.
Rompió nuestros corazones con baladas románticas, fue el puente para los éxitos de los más grandes cantantes de jazz de nuestra era y, por supuesto, nos puso a todos a bailar swing.
Dmitri Shostakovich
Perseguido por Stalin y declarado en 1936 como»enemigo del pueblo», tras haber sido el niño mimado de la escena musical soviética, Shostakovich es una figura que cautivó la imaginación pública tanto por razones políticas como musicales.
Obligado a mantener a las autoridades contentas con sus obras sinfónicas – al menos hasta la muerte de Stalin – fue en otras piezas, como sus impresionantes quince cuartetos de cuerdas, donde pudo realmente extender los límites de su voz musical y conjurar un completo mundo emocional.
«Shostakovich es un maestro manipulador de estados de ánimo», dijo el crítico Alex Ross. «Puede mostrar una felicidad nerviosa, descendiendo a una incipiente rabia y luego desmoronándose en una letárgica desesperanza».
John Cage
Cage fue, según el también vanguardista Morton Feldman, el primer compositor en la historia de la música «que planteó la interrogante por inferencia de que quizás la música podría ser una forma de arte, en vez de una forma de música».
En 1952 Cage estrenó su legendaria obra «4’33» en Woodstock, Nueva York. El pianista David Tudor se sentó y no tocó una sola nota, limitándose a cerrar y abrir la tapa del teclado para indicar el final y el comienzo de cada uno de los tres movimientos.
Al recordar esa primer presentación Cage dijo: «No existe algo como el silencio. Durante el primer movimiento, se oía el viento que soplaba en el exterior; durante el segundo, las gotas de lluvia empezaron a repicar sobre el tejado. Y durante el tercero, las propias personas emitieron todo tipo de sonidos interesantes, mientras hablaban o se encaminaban hacia la salida».
Benjamin Britten
Musicalmente hablando, Britten fue más conservador que otros titanes del siglo, pero su influencia y visión son incalculables, especialmente en el campo de la ópera.
En su emblemática ópera «Peter Grimes» (1945) colocó, de forma radical, a un antihéroe en el centro de la trama. Musicalmente, es un impresionante viaje a los recovecos más oscuros tanto de la psicología individual como grupal.
Britten estaba convencido de que era necesario sacar la ópera de los teatros metropolitanos británicos.
Eso llevó al surgimiento de la ópera de cámara o «de bolsillo», que continúa transformando, hasta nuestros días, una forma de arte muchas veces pesada en algo ligero, dinámico y electrizante.
Leonard Bernstein
Bernstein fue un populista. Sin remordimientos y con gran intensidad quería compartir la música que le apasionaba.
Y como compositor, director, presentador, escritor y educador buscaba hacerla accesible al gran público.
Creció escuchando de todo y una absoluta falta de ostentación es evidente en su música, que incluye obras como «West Side Story», «Candide» y «Los Salmos de Chichester», consideradas entre las mejores del siglo.
Uno de sus pupilos, el director estadounidense Michael Tilson Thomas, apuntó que muchas de sus canciones son «perfectas e icónicas. La música de Berstein nos obsesiona, se entreteje dentro de nuestra propia vida… Además, creó el modelo del director generoso, opuesto al profesional remoto, ocupado».
Pierre Boulez
El compositor francés define la idea de lo que la música es en el presente, de cómo debería sonar y cómo podría ser en el futuro.
Ya en sus ochentas, en persona sigue siendo íntegramente cortés y circunspecto, y no da señales de bajar el ritmo.
Aún ejerce como director y sigue fiel a su feroz compromiso de educar a los artistas más jóvenes, ampliando los límites de su propia música. Una leyenda viviente.
Philip Glass
El compositor más imitado en el mundo es también uno de los más inteligentes y vorazmente curiosos.
Supuestamente «minimalista», su indudable producción es maximalista, con unas 30 óperas, 10 sinfonías, música de cámara, conciertos para violín, piano, timbal y saxofón.
Glass es también reconocido por laureadas bandas sonoras de películas como «The Hours», «The Thin Blue Line» y «El Show de Truman».
Y ha trabajado con todo tipo de renombrados artistas como Paul Simon, Yo-Yo Ma, Woody Allen y David Bowie. Su música atrae oyentes de todas las generaciones y entornos, realmente acortando la brecha entre mundos sonoros que muchas veces parecen desconectados.
Fuente: BBC