La música es una actividad humana que comparte muchas funciones con el lenguaje. Es un lenguaje en sí no representativo, pero que puede utilizar códigos para describir o simbolizar cosas. Todo ello va a depender del aprendizaje de los códigos de ese lenguaje. Por eso hay personas que se emocionan con un estilo musical que para otros es totalmente ajeno. Escuchar un emocionante discurso en ruso resultará emocionante para las personas que saben ruso, y totalmente aburrido para quienes no tienen ni idea de ruso.
Al no ser objetivo, los significados que cada uno puede atribuir a la música que escucha son tremendamente variados. De hecho los propios compositores muchas veces han sido contrarios a explicar su inspiración para no limitar las emociones, ideas o historias que a cada oyente le pueden sugerir. Pero también es cierto que hay música narrativa en la que el compositor anota en la partitura lo que describe o las emociones en las que se basa.
Pero es importante entender que la música no sale de la inspiración de las musas sin más. La música es un arte, o una artesanía. Al igual que el artesano que talla la madera, el músico compositor conoce técnicas y formas para “tallar” la música en la partitura. Al igual que el artesano de la madera trabaja por encargo o con la idea de vender sus obras de acuerdo a las demandas del público o los clientes.
La inmensa mayoría de las grandes obras de la música clásica, de los grandes compositores, surgieron de un encargo por el que se pagaba al autor una importante suma de dinero (con la que pagaba sus facturas) Las composiciones se encargaban muchas veces con un fin para un acontecimiento social: una importante inauguración (Nuper Rosarum Flores, motete de Dufay para la inauguración de la gran cúpula de la catedral de Florencia), para una coronación (Mozart, concierto y misa de la coronación), para la celebración de una paz (Handel, Música para los reales fuegos de artificio. Paz de Aquigran), para honrar a un personaje importante (Bach, Ofrenda musical)… Si seguimos el origen de la composición descubrimos siempre que nace de un encargo. Después el autor consigue convertir su obra de “artesanía” en obra de arte, pero no siempre. Muchos grandes autores tienen obras que no alcanzan la genialidad y muchos compositores nunca llegan a la genialidad aunque ganan mucho, mucho dinero en su época haciendo música (por ejemplo, Salieri)
Así las cosas, el ideal fantástico en el que el músico se levanta y comienza a hilar sonidos para emocionar al mundo, no existe. Por eso la música puede describir cosas o contar historias (Berlioz, Sinfonía Fantástica) o simplemente ser música maravillosa que puede hacerte o no soñar (Debussy, Claro de Luna)
Lo mejor es escuchar e interesarse por la creación musical más allá de esperar que la mera escucha rápida nos resulte emocionante. Cuánto más hace uno por entender al autor, las circunstancias de la obra, sus motivaciones, la función por la que nace,… más empieza uno a disfrutar y descubrir lo intensamente emocionante que es la música.