El arte de la improvisación musical es algo que no todos los músicos dominan. De hecho, la mayoría no lo hacen. Para dominar la improvisación es necesario desarrollar una serie de aptitudes complementarias a nuestra formación como músico. Esto nos permitirá alcanzar unas cotas de libertad como intérpretes que muy poca gente se puede permitir.
¿Qué es improvisar?
Existen muchas definiciones del concepto de improvisar. Aún así, todas coinciden en que improvisar consiste en crear e interpretar al mismo tiempo. Por tanto, se podría decir que improvisar es hacer un uso práctico e inmediato del lenguaje musical para expresar una idea o un sentimiento con nuestro instrumento.
Dentro de la improvisación, expertos como Vincenzo Caporaletti distinguen un vocablo diferente: extemporización. La diferencia entre extemporizar e improvisar radica en la originalidad del material. Ambas se hacen al momento, pero en la improvisación todo el material es original, mientras que en la extemporización se reelaboran ciertos elementos que ya se habían dado o existían con anterioridad.
Orígenes e historia de la improvisación.
Es muy difícil determinar una fecha exacta de cuándo surgió la improvisación. Especialmente porque al principio y durante mucho tiempo, la música se transmitió y conservó gracias a la transmisión oral y la repetición de memoria, sin partituras. Pero ¿cuánto de todo esto era fiel al original y cuánto era adornado, modificado o improvisado?
Sin haber fuentes escritas es complicado responder todas estas cuestiones.
Las primeras referencias conservadas son de improvisaciones vocales referentes a los melismas que se realizaban en los cantos litúrgicos en el siglo IV. Desde ahí, la siguiente fuente ya es del siglo XI, también dentro del contexto de los cantos y los modos eclesiásticos. A partir de una línea dada llamada cantus firmus se comenzaron a realizar contramelodías improvisadas, muchas veces en grupo. De ahí surgieron nuevas formas como el organum o el motete (siglo XIII).
Hacia el siglo XIV se va estableciendo un sistema de notación musical ya preciso, que ocasionó la diferenciación del estilo escrito y del improvisado. Esta diferenciación culminará en el siglo XVI, cuando en los tratados se aprecian grandes diferencias entre las técnicas compositivas y las de improvisación.
En cuanto al ámbito instrumental, las primeras evidencias se remontan a la música tradicional italiana del siglo XV, donde varios instrumentos de viento improvisaban contramelodías a una melodía de valores largos que actuaba de cantus firmus. La siguiente fuente es del siglo XVI, con la práctica de improvisar variaciones y ornamentaciones sobre temas populares. Entre estos tratados destaca el Tratado de Glosas de Diego Ortiz. En él se pueden encontrar diversos ejemplos de improvisaciones en cadencias, ejercicios de ornamentación, modelos para improvisar sobre ellos, etc.
Este tipo de improvisación ornamental tendrá una influencia muy importante en la música del Barroco, donde llegó a ser una característica propia de este estilo musical. Esta improvisación se realizaba principalmente con el órgano o el laúd.
Desde el siglo XVI, uno de los géneros musicales más populares fue el preludio, caracterizado por ser una improvisación libre. Este preludio servía de introducción y asentamiento tonal a una pieza que vendría a continuación, como por ejemplo una fuga.
En múltiples escritos y tratados barrocos se puede ver la importancia que tenía la improvisación. Aparecía en diferentes formas: vinculada a la ornamentación, a modo de variar repeticiones, enriquecer virtuosísticamente cadencias, etc. El máximo ejemplo es el bajo continuo, donde la partitura pasa a ser prácticamente un guión en el que aparecía exclusivamente el bajo y un cifrado que hacía de base a toda la improvisación y realización de las demás voces.
En los siglos XVI y XVII cobró gran importancia la improvisación de piezas completas, especialmente de preludios y fantasías. Algunas de las más admiradas fueron las de Frescobaldi, Buxtehude, Bach y Haendel.
Posteriormente, en el Clasicismo se abandonó el bajo cifrado y se creó cierta aversión a los adornos excesivos, por lo que poco a poco todo fue apareciendo escrito, sin dejar margen a la improvisación. Cuanto más concreto y exacto se escribiese, mejor. Ademas, los compositores van dejando escritas las cadencias de sus conciertos, por lo que en este ámbito también se cortan las improvisaciones. Uno de los ejemplos más claros es el del concierto para piano y orquesta nº 5 de Beethoven, donde el compositor ya escribe la cadencia como parte de la obra. En el siglo XIX la tendencia ya es de escribirlo todo, incluso la ornamentación. Se crea un fuerte compromiso con la partitura por parte del intérprete. Es también en este siglo donde las cadencias dejan de improvisarse y deben aparecer obligatoriamente escritas en la partitura.
El único contexto donde se permitía la improvisación pasó a ser la música de salón. Esto propició cada vez más esa diferenciación y etiquetación entre «música culta» y «música de salón».
Ya en el siglo XX surgen nuevas corrientes donde aparecen de nuevo elementos improvisatorios. Esto se da especialmente en la música aleatoria como Music for Piano de J. Cage, donde el pianista elige justo en el momento de la interpretación la duración de las figuras y las dinámicas. En este siglo también es donde surge la gran vinculación entre la improvisación y el jazz, hasta tal punto que llegó a eclipsar su posible empleo en otros géneros musicales.
La improvisación al piano.
Teniendo en cuenta todos los tipos de improvisación que ya hemos expuesto anteriormente, se puede hacer una clasificación de los tipos de improvisación que existen para piano. Esta clasificación atiende a los parámetros musicales en los que se basa y a su originalidad o reutilización temática. Es importante aclarar, que los siguientes tipos de improvisación no son excluyentes y que se pueden dar de forma simultánea.
- Improvisación formal: El pianista puede elegir los fragmentos musicales y/o su orden, por lo que al final, el intérprete es el que determina la forma de la obra musical. Ejemplo: Klavierstück XI de Stockhausen.
- Improvisación melódica: Se crea una melodía nueva sobre una estructura armónica ya dada o bien se varía de forma improvisada una melodía ya existente. Ejemplo: Como habíamos citado antes, la ornamentación improvisada de la Edad Media.
- Improvisación armónica: Se da una melodía sobre la que hay que improvisar la armonía. Ejemplo: rearmonizaciones que a menudo se realizan sobre temas estandarizados de jazz.
- Improvisación rítmica o textural: Se improvisa el ritmo o la textura de una melodía ya dada.
- Existen otros tipos de clasificación en función del sistema musical, como por ejemplo improvisación tonal, atonal, modal, pentatónica, etc. y también en función del estilo musical, como por ejemplo improvisacón barroca, clásica, jazzística, etc.
Bases y principios de la improvisación al piano.
1. Conocer el lenguaje musical asociado a la interpretación pianística.
Para realizar una buena improvisación es necesario conocer los distintos elementos musicales así como también las bases de la armonía, el análisis musical, contexto y elementos estilísticos, etc. Sin conocimientos previos, la improvisación tendrá una libertad y una creatividad más bien escasa y carecerá de una gran expresión musical.
2. La propia técnica pianística.
Como sucedía en el punto anterior, la calidad y el resultado final de la improvisación también va ligado al nivel técnico del intérprete. Tanto es así, que una buena interpretación de una improvisación que es más pobre armónica o melódicamente que otra, puede resultar auditivamente mucho mejor que otra superior en esos aspectos pero que se ejecutó mal debido a carencias técnicas.
3. La memoria, imaginación y rápida resolución de problemas.
Es necesario desarrollar la memoria mediante la educación auditiva y a las asociaciones analíticas de lo que escuchamos. La memoria es la herramienta más importante que tenemos para que nuestras improvisaciones resulten coherentes. Además, gracias a ella podemos captar la atención de los espectadores con estructuras, melodías o ritmos recurrentes.
De la misma manera, también necesitamos saber actuar y pensar con rapidez, así como desarrollar unos buenos reflejos. Esto lo adquirimos al estudiar y practicar estructuras armónicas, cadencias, etc. Todo ello nos dará las herramientas necesarias para poder solventar cualquier incidencia con mayor rapidez durante nuestras improvisaciones.
Por último, la imaginación y nuestra capacidad de crear música en nuestra cabeza con el oído interno para saber qué puede sonar bien o mal sin necesidad de tocarlo para comprobarlo. Aquí es fundamental la escucha de literatura musical y el estudio de la educación auditiva.
Fuente: Maldito Piano
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