En la mayoría de los casos los seres humanos tendemos a no fijarnos en las cosas que nos rodean, nos centramos en lo que es imprescindible según nuestro punto de vista particular, esto hace que en muchas ocasiones les demos menos valor del que tienen a determinados elementos que nos acompañan cada día.
La música es una palabra muy común en nuestra sociedad, algunos la idolatran y otros la infravaloran.
Nuestra especie tiene una costumbre un tanto peculiar, solemos apropiarnos de cosas que en realidad no son nuestras. A algunos se les ha olvidado que el ser humano no es el que inventó la música. Sí, es cierto que le dimos una terminología, que ciframos los sonidos y los convertimos en notas, que cogimos esas notas y las organizamos en pentagramas y compases… pero todo esto no es lo que forma la música. Nosotros la transformamos y la llevamos a nuestro terreno, la volvimos lógica y manejable porque así es como trabaja el ser humano; si no la entendemos no podemos utilizarla y eso nos asusta, siempre lo ha hecho.
Para controlarla y poder formar nuestras propias melodías nos inventamos esto, pero la música sigue y seguirá existiendo incluso sin este tipo de sistema.
Nos rodea, está en todas partes: es el canto de los pájaros, el viento soplando la fresca hierba de primavera, el roce de las hojas contra el suelo, los ladridos de nuestro perro, las risas de alguien a quien quieres, el latido de nuestro corazón… todo esto y más es parte de la música, se pueden cifrar y convertir, todos los sonidos que estás escuchando ahora mismo son parte de ello.
Por supuesto las canciones que escuchamos todas las mañanas en la radio de nuestro coche, las canciones que nos venden y que bailamos algunos fines de semana con nuestros amigos también lo son, una cosa no quita la otra. Pero a veces nos olvidamos de que esa no es toda la música que existe.
Nos acompaña a todas partes, la necesitamos cuando nos parten el corazón, cuando sientes que el mundo se te viene encima, cuando piensas que ya no puedes más, cuando necesitas levantar el ánimo, cuando tienes que celebrar por todo lo alto un gran acontecimiento o cuando el amor llega repentinamente a tu vida.
Aunque no lo creamos nos hemos hecho dependientes de ella, la buscamos y la necesitamos, porque es algo que nos da sabor. Nos hace pensar, aunque sea durante un instante, que formamos parte de algo importante. Ensombrece el aburrimiento.
Debemos valorar lo que tenemos, abrir los ojos y estar atentos a lo que nos rodea porque, en ocasiones, lo que creemos que es importante no lo es en absoluto y lo que consideramos una trivialidad es algo indispensable en nuestra vida.
No creo que pudiésemos soportar un mundo sumido por el silencio.
Fuente: La Piedra de Sísifo