Cuestionado por «música antigua», cualquier adolescente del siglo XXI podría remontarse con facilidad a la década de los sesenta, a la de los cincuenta, a la de los cuarenta. Aquellos más interesados en el apartado clásico podrían acudir a los primitivos compositores sinfónicos, a los bardos medievales, a la música árabe, ¿a la producción sonora de la Antigua Roma o de Grecia, quizá? Todos ellos palidecen en comparación con la canción más antigua del mundo. 3.400 años y contando. Hablamos de las canciones hurritas.
Un segundo, ¿las qué? Hurritas, un antiquísimo y ya olvidado pueblo mesopotámico del que hay referencias en el Antiguo Testamento y que resulta tan arcano y cuasi mitológico como los sumerios, los cananeos, los seléucidas, pueblos que conformaron los albores de la civilización a lo largo de Oriente Medio. Vanguardia de su tiempo, todos ellos contaban con grandes hallazgos culturales, desde la arquitectura hasta las primeras formas de escritura, y legaron tras de sí un amplio espectro de ruinas de alto valor en el Creciente Fértil.
Canciones hurritas, folk y fertilidad
Es la mezcolanza entre la escritura cuneiforme y los restos arqueológicos la que permitió, a mediados del siglo pasado, descubrir la que, hasta el momento, es posiblemente la composición musical más antigua de la que tenemos constancia. Las canciones hurritas, halladas en Ugarit, actual Siria, en 1950, son una serie de composiciones al modo de salmos grabadas en arcilla y en lengua hurrita, no indoeuropea y ya extinta. Cuentan con un sistema de notación particular y con textos (cantados) religiosos que acompañan a la melodía, presumiblemente para sammûm, un instrumento de nueve cuerdas.
Es decir, folk. El ‘The Times Are A-Changing’ de su tiempo.
Pese a que el conjunto de composiciones cuenta con una treintena de piezas, tan sólo el himno número 6 se ha conservado íntegro hasta nuestros días. Es una pieza de valor incalculable, obviamente, y dedicada a Nikkal, diosa de los huertos para algunas civilizaciones del antiguo Oriente Medio (es decir, el Slow Train Coming de su tiempo). La parte lírica es la fácil: los arqueólogos y lingüistas han desentrañado los misterios de las lenguas no indoeuropeas de la antigüedad de forma más o menos consistente, y el relativo buen estado de las tablillas de arcilla ha permitido aproximarse a su significado.
Es decir, sabemos trasladar el alfabeto de los hurritas a nuestro actual latino, pero no acertamos con exactitud en su temática. Como se explica aquí, hay varios intentos de descifrar de qué narices estaba hablando el Bob Dylan de su tiempo (el autor del himno 6, por cierto, es anónimo, de modo que le continuaremos llamando el Dylan mesopotámico). El primer aventurero fue Hans-Jochen Thiel, que en 1977 (en plena eclosión del punk: seres humanos, tan cerca, tan lejos) se llevó el salmo al alemán completando el trabajo previo de Dietrich y Laroche.
En el 2000, Theo J. H. Krispijn se valió de nuestros conocimientos actualizados de las antiguas lenguas mesopotámicas para probar suerte, de nuevo, en alemán. En general, la letra habla de ofrecimientos, sacrificios, buenas cosechas y la historia de un matrimonio roto fertilidad. Una canción de The Band.
Ok, muy bien, ¿pero cómo podemos escucharla?
Dado que las grabaciones más antiguas de las que tenemos constancia datan de finales del siglo XIX, huelga decir que no existe nada parecido a un archivo sonoro donde podamos escuchar la versión original de la composición. De modo que todo lo que nos resta es interpretar lo que las anotaciones musicales de las tablillas indican. Pero aquí hay que añadir otro problema más: si bien hemos logrado descifrar las lenguas ya extintas de la antigüedad, la tarea es harto más compleja si intentamos hacer lo propio con sus sistemas de notación. Cuando se descubrieron, esencialmente no teníamos ni idea.
En este sensacional artículo de la Universidad de Toronto se detalla el proceso de traslación musical desde las tablillas hasta nuestras partituras modernas.
En esencia, todos los investigadores de las canciones hurritas han logrado descifrarlas, siempre desde un punto de vista aproximado, a partir de la interpretación original de Bellermann de los sistemas de notación griegos (que no tienen nada que ver con los desarrollados contemporáneamente y que aún hoy utilizamos), basados en aproximaciones con instrumentos griegos sobrevivientes. Aquel trabajo, actualizado hoy en libros como Documents of Ancient Greek Music, se ha utilizado para otros sistemas de notación antiguos.
Como resultado de todo ello, hay numerosas traducciones a nuestro lenguaje musical moderno (las partituras de sólo unos pocos: Wulstan, Duchesne-Guillemin, West, el propio Krispjin) y diversas interpretaciones con instrumentos réplica de los hurritas. YouTube está plagado de ellas. Os dejamos con algunas de ellas, además de las colgadas en el cuerpo del texto.
Estamos deseando que alguien lance la versión Death Metal.
Fuente: Magnet
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