Los orígenes del jazz latino

El jazz latino es una rama del jazz que se nutre de la fusión de ritmos y formas originarias de la música latina, sobre todo de la música caribeña, y en especial de la cubana, con elementos propios del jazz. Su conformación como un subgénero definido se produce en la década de 1940, aunque la influencia de la música latina en el jazz está presente desde los primeros tiempos de este. El jazz latino comenzó como una fusión del son cubano y el jazz, pero con el tiempo abarcó también música procedentes de Puerto Rico, República Dominicana, Brasil y Argentina.

En los primeros años del siglo XX, ya se produjo una temprana incorporación de elementos latinos a la música hot. De hecho, los ritmos de habanera, calinda, contradanza o fandango eran usuales en la música de Nueva Orleans.1 Uno de los compositores de los que bebió profundamente el hot, Louis Moreau Gottschalk (1829-1869) estuvo muy influenciado por la música cubana y, especialmente, por el compositor Manuel Samuell. Tanto el ragtime como las primeras bandas hot recogieron abundantemente el material de Gottschalk. Pero, en general, toda la cultura que genera el primigenio jazz, es una cultura criolla, con una música propia resultado de la fusión de otras.

En los últimos años 1920 y comienzo de los años 1930, la música de origen latino alcanza un gran impacto en Estados Unidos, que se traduce en la adaptación al jazz de un importante número de temas latinos: tangos (“El Choclo”, grabado por Stan Kenton), pregones-son (“El manisero”, grabado por Louis Armstrong, en 1930) o rumbas (“Rumba Negro”, grabada por Bennie Moten, en 1929; “Doin’ the Rhumba” interpretada por Cab Calloway, en 1931; o “The conga-conga”, del mismo Calloway, 1938). Ya por entonces trabajaban en Nueva York destacados músicos latinos, integrados en big bands de swing, como Nilo Menéndez, Alberto Socarrás, el portorriqueño Juan Tizol, o el propio Mario Bauzá.

Hasta comienzos de los años cuarenta, toda estas influencias no llegaron a generar un verdadero estilo de fusión propio y diferenciado. Sería a partir de 1942, con los arreglos de Mario Bauzá para el álbum «Tanga» de Machito y sus Afro-Cubans, que se pudo hablar de un primigenio jazz afrocubano.
Para algunos autores, existía una importante dificultad para que los devaneos entre jazz y música cubana lograran una conjunción plena: la base rítmica regular en la que se apoyaba el swing contrastaba con la multiplicidad de ritmos propios del son, la rumba y demás estilos cubanos. Sería precisamente el trabajo de Mario Bauzá al organizar los arreglos de los “Afro-Cubans”, el que comenzara a llenar el hueco existente, lo que le convierte en el pionero del estilo. Bauzá y Machito serían quienes “hicieran comprender al mundo del jazz que es un error añadir simplemente un percusionista latino a una sección tradicional de ritmo de jazz, como con frecuencia era el caso entonces”, organizando verdaderas secciones rítmicas de instrumentos de percusión latinos, e incorporando bajistas que dominaban las líneas del bajo en música latina tan fácilmente como las tradicionales del jazz.

Pero el estilo consigue su definitiva consolidación gracias a la relación que se establece entre Machito y dos músicos esenciales del bop: Dizzy Gillespie y Charlie Parker. Sería Mario Bauzá quien propició el encuentro entre Gillespie y el bongosero Chano Pozo, que se incorporó a la orquesta de aquel y la convirtió en el catalizador del Cubop, el nombre con el que se conoció entonces al jazz afrocubano. Sería precisamente la aplicación de los conceptos del bop lo que salvaría definitivamente el hueco entre jazz y música latina. Los autores establecen como fecha de alumbramiento del Cubop el 29 de septiembre de 1947, con el histórico concierto de la orquesta de Gillespie y Pozo en el Carnegie Hall de Nueva York. Ese mismo año se grabaron algunas de las más importantes composiciones de Pozo dentro del género: “Manteca”,12 “Cubana Be-cubana Bop”, “Algo Bueno”, etc. Por su parte, la relación entre Machito y Charlie Parker se plasmó en diversas grabaciones entre 1948 y 1950, para el sello Verve, producidas por Norman Granz, como respuesta a la popularidad que adquirió rápidamente el Cubop.13 El más importante de estos discos es Afro-Cuban suite, grabado el 21 de diciembre de 1950, y en el que participaron, además de Parker y la banda de Machito, músicos como Harry Edison, Buddy Rich o Flip Phillips.

Junto a Dizzy Gillespie, numerosos músicos de jazz y música cubana, como James Moody, Tito Puente, Chico O’Farrill o Stan Kenton (“Chorale for Brass, Piano & bongo”, 1947, con el bongocero Jack Constanzo; “Machito” y “Mambo en Fa”, con el percusionista Carlos Vidal; etc.) siguieron trabajando el ritmo y la estructura de la música afrocubana ejemplificada por Machito, con instrumentaciones más cercanas al jazz. La incorporación del saxofón, instrumento prácticamente ausente en la música popular cubana, aportó nuevas sonoridades.

En comparación con el jazz estadounidense, el jazz latino emplea un ritmo fijo usando a la vez una forma de clave. Las congas, los timbales, el güiro y las claves son instrumentos de percusión que conforman la «sonoridad latina» característica de esta música. Rítmicamente, el jazz afrocubano, se nutre de las raíces de la música afrocubana con ritmos como el songo, el son, el mambo, el bolero, la charanga o el chachachá.

En la misma época en que se popularizó el Cubop, el pianista cubano Dámaso Pérez Prado se instaló en Estados Unidos, tras editar varios discos en México que lograron repercusión en aquel país. Pérez Prado organizó una big band en la Costa Oeste que logró un gran éxito siguiendo unas pautas de efectos similares a los de Stan Kenton, y desarrollando su trabajo sobre un baile denominado mambo. El mambo era un derivado del danzón cubano que fue expuesto, por primera vez, en un tema de Orestes López, en 1938, al trasladar al contrabajo figuras rítmicas del tres, típicas de la región del Cauto. Incorporaba además elementos de la música mexicana y otros autóctonos. Pérez Prado consiguió un sello personal gracias a sus arreglos y, durante la década de 1950, trabajó frecuentemente con músicos de jazz, especialmente representantes de la escena West Coast, como Shorty Rogers o Shelly Manne. Sin embargo, sería Machito quien grabara la obra más emblemática del jazz afrocubano basado en el mambo, Kenia (1958), con músicos como Cannonball Adderley o Joe Newman.

Para finales de la década de 1950, la música afrocubana comenzó a perder presencia, aunque muchos artistas continuaron manteniendo en su repertorio temas de influencia cubana, con músicos como Sabú Martínez, Cándido, Willie Rodríguez, Cal Tjader, Willie Bobo, Mongo Santamaría o Armando Peraza. La influencia de este género fue patente en jazzistas como Red Garland (que llevaba a Ray Barretto en su grupo), Clark Terry o, sobre todo, Herbie Mann.

La ruptura de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, cortó el flujo de músicos cubanos y desvió el foco de atención hacia Puerto Rico. La principal influencia de los portorriqueños, fue la implantación de la salsa, definida por algunos autores como “cubano más jazz, con elementos de blues y rock”, impulsada por el sello Fania Records. La salsa, empero, no era tanto un género en sentido estricto como, en palabras de César Rondón, “una forma abierta, capaz de representar la totalidad de tendencias que se reúnen en la circunstancia del Caribe urbano de hoy”. El peso del jazz latino recayó entonces en los nuevos líderes musicales latinos, nacidos ya en Estados Unidos, como Ray Barretto, Johnny Pacheco, Eddie Palmieri y el trombonista Willie Colón, impulsor principal del bugalú, el primer estilo latino propiamente estadounidense. También comenzaron a incorporarse al jazz latino otros ritmos caribeños, como el merengue o el calypso.

Fuente: Gobierno de Canarias

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